Bueno. Ya casi acabó el verano.
Un verano extraño, lleno de de cosas malas, malísimas, buenas y buenísimas. Los
días corrían como caballos o las horas se deslizaban lentas como caracoles…
Recuerdos agrios, dulces o divertidos.
Me olvidaré de los amargos y disfrutaré de los sabrosos. Tengo una canción, una
localidad, una película, un libro y una receta de cocina en el rinconcito de
mis recuerdos favoritos.
También he descuidado bastante mi
cuaderno de resúmenes, aunque no mis lecturas, que han sido abundantes…bueno,
para compensar, diré que he descubierto mi habilidad como storyteller, que puse de manifiesto en varias ocasiones,
una de ellas en un restaurante. Sí. Mientras disfrutábamos de nuestro ágape,
alguien me preguntó por el libro en el que estaba sumida en esos días, y
comencé a parlotear, enfrascada en mi propio monólogo, cuando me percaté de que
las señoras de la mesa contigua estaban sumidas en un sepulcral silencio,
mirándome y escuchando mi narración atentamente, lo que dio lugar a toda suerte
de risas y chanzas por parte de mis compañeros de mesa.
En cuanto al género de mis
lecturas veraniegas, lamento comunicar que no me he desviado apenas de mi amada
novela negra, más aún cuando fue el tipo de lectura que más atraía a mi amable público
en los momentos de oradora novata. jaja.
Como ya amenacé en la anterior
entrega, me he leído los dos títulos que me restaban de Sebastian Fitzek, los
cuales comencé con gran ímpetu. Sin embargo, he de decir que el segundo, El retorno, me decepcionó soberanamente, un volumen que
prometía ser de gran interés, al comenzar con la frase: “¿crees en la
reencarnación?”, pero que, a pesar de mantenerme en vilo durante toda su
lectura, finalizó de un modo que me supo a poco, no abarcó mi nivel de
expectativas.
No obstante, la historia, a lo
largo de las páginas tiene mucha acción y un suspense mantenido de una forma
magistral.
El argumento nos presenta a
Robert Stern, abogado, a quien le pide su ex amante, Carina, que defienda a un
niño de diez años de la acusación de asesinato. Extraño, ¿verdad?.Pues lo más
alucinante es que el niño asegura haber matado a una persona hace quince años…
La muerte infantil, la
psiquiatría, los traumas personales de los protagonistas, Sebastian Fitzek
vuelve a repetir los factores que le llevaron al éxito en su primera novela.
Sin embargo, no es, en mi humilde
opinión, hasta la tercera entrega, cuando Fitzek deslumbra con sus brillantes
argumentos y su elaborado manejo de la retórica.
En El experimento, la acción se desarrolla en una lujosa clínica
psiquiátrica privada. Un paciente aquejado de amnesia, Caspar, se despierta en
la clínica sin conocer su verdadero nombre ni el motivo que le llevó a perder
la memoria.
Lo que hace que el libro cobre
más interés es que la historia de Caspar forma parte de un expediente al que
tienen acceso unos estudiantes de psicología que forman parte de un insólito
experimento, años después, cuando la susodicha clínica se encuentra cerrada al
producirse allí una serie de asesinatos provocados por el famoso asesino en
serie El Destructor de Almas. Toda una invitación a sumergirse en estas líneas, ¿no
creéis?
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